lunes, 8 de septiembre de 2008

CRECEN DE REPENTE

Hay un período en el que los padres quedamos huérfanos de nuestros hijos; crecen independientemente de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida, con una estridencia alegre y a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días; crecen de repente.

Un día, se sientan cerca de ti y con increíble naturalidad, te dicen cualquier cosa que te indica que esa criatura, hasta ayer en pañales y pasitos temblorosos e inseguros, creció.

¿Cuándo creció que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron las fiestas infantiles, los juegos en la arena, los cumpleaños con payasos? Crecieron en un ritual de obediencia y desobediencia, de risas y llantos, de acuerdos y desacuerdos.

Ahora estas ahí, en la puerta de la disco, esperando ansioso, que aparezca.
Y allí están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas; con el uniforme de su generación y sus amigos de infancia y aquí estamos nosotros, con el pelo cano......y son nuestros hijos; los que amamos a pesar de los golpes de los vientos, de las cosechas de paz, de las malas noticias y las dictaduras de las horas.

Ellos crecieron observando y aprendiendo con nuestros errores y nuestros aciertos; principalmente con los errores que esperamos no repitan...
Pasó el tiempo del piano, el fútbol, el ballet, la natación.....salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas.

Algunos, debimos haber ido más junto a su cama, a la noche, para oír su alma respirando, sus conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia; y cuando fueron adolescentes, a sus habitaciones cubiertas de calcomanías, de fotos, de colores. Pero, crecieron sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto.

Al principio nos acompañaban al campo, a la playa, Navidad y Pascuas compartidas, después llegó el tiempo en que viajar con los padres se transformó en esfuerzo y sufrimiento: no podían dejar a sus amigos y a sus primeros amores.

Y quedamos los padres exiliados de los hijos, teníamos la soledad que siempre habíamos deseado....y nos llegó el momento en que sólo miramos de lejos, algunos en silencio, y esperamos que elijan bien en la búsqueda de la felicidad y conquisten el mundo del modo menos complejo posible.

El secreto es esperar, en cualquier momento nos darán nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y la picardía no ejercida en los propios hijos; por eso los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño.

Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. Por eso, es necesario hacer algunas cosas adicionales, antes de que nuestros hijos crezcan. Sólo aprendemos a ser hijos, después de ser padres y sólo aprendemos a ser padres, después de ser abuelos...Aprovechemos el tiempo!!!

Editado por: Lic. Gustavo Peña