viernes, 24 de octubre de 2008

""LA CRISIS""

Por Césa Román Sassone.

Con los altos precios del combustible y con el aumento galopante de los productos de primera necesidad, talvez muchos nos hemos visto obligados a cambiar nuestros patrones de consumo. Algunos lo habrán hecho de una forma lenta y consciente; otros a regañadientes, se habrán tenido que desmontar de su galope consumista, y claro, los que están "en la papa", seguramente, no se han visto afectados por la espiral inflacionarias.

Esta época me hace recordar cuando la vida era más sencilla y nos entreteníamos con las cosas simples: bailábamos el aro, saltábamos la cuerda, jugábamos pelota contra la pared, y hacíamos teléfonos de cajitas de fósforos. Hoy todos queremos un celular…Entonces, vino la modernidad y nos trajo comodidades; y la mercadotecnia se encargó de crearnos necesidades y decirnos que no valemos nada si no tenemos unos tenis Nike y una cartera Prada; y así se llena nuestro ego, sobretodo, si los que nos rodean no pueden adquirir estos artículos.

Luego comenzamos a desprendernos de los valores, y empezamos a hacer sustituciones para "aumentar" nuestra valía como seres humanos: Empezamos a sustituir los baños en el aguacero por el jacuzzi, el fufú por el nintendo, el radio por el i-pod; el Volskwagen por la jeepeta; los baños en el río por los resorts, los viajes al Santo Cerro por safaris; y la esposa de 40 años, la cambiamos por una 20…

Sin embargo, la crisis mundial ha provocado una época de austeridad, y nos hemos visto obligados a hacer cambios en nuestros hábitos de compra; la crisis nos ha llevado a sustituir el jabón Kinder por el jabón de Cuaba.

En estos momentos de crisis, algunos habrán hecho cambios paulatinos; otros habrán seguido en el subibaja de la ansiedad que genera la competencia de mantener una fachada; en ese carril interminable de la presunción, alimentado por la mercadotecnia y por los delirios de la mente y del esnobismo.

Esnobismo, como lo expresa Joseph Epstein en su libro "Snoberry", es eso que excita la envidia del otro, lo que establece superioridad a través de posesiones… es arreglárselas para sentirse superior a expensas de los demás… "La esencia del esnobismo es tu deseo de impresionar a otros" escribió Virginia Wolf.

Pienso que las generaciones que me precedieron eran menos esnobistas, menos pedantes; eran más auténticas, sencillas, campechanas y humildes; tenían menos deseos de impresionar a otros, y de enrostrar sus posesiones. No recuerdo escuchar a mis padres abuelos, ni vecinos haciendo ostentaciones; no recurrían al cursi acto de oler un corcho para hablarnos de sus conocimientos de vinos; ni sentían la necesidad de llevar un reloj Rolex, pues sabían que la rectitud y la integridad eran sus mejores prendas.

Eran tiempos donde la moral se llevaba por fuera y las etiquetas se llevaban dentro. Luego nos lanzamos a una carrera desenfrenada por las deferencias, el abolengo, las conexiones, la fachada, las marcas; una carrera donde, como diría Balzac, "Lo superfluo se torna indispensable." Entonces nos adentramos a un mundo de caretas y adornos que cubren nuestras inseguridades, nuestras debilidades y nuestros vacíos emocionales… y recurrimos a todo lo que está conectado con el estatus… nombres, apellidos, etiquetas…

Se escuchan a menudo conversaciones como éstas: "Doña Margarita; llegó en su Mercedes Benz, y lleva un traje Channel, unos lentes Guicci, una cartera de Louis Vouiton… ¡Ah, presunción, cuánto dinero hemos desperdiciado en tu nombre! En resumidas cuentas, Doña Margarita es un ser humano con virtudes y defectos, y al igual que usted y yo, con un esqueleto compuesto por 208 huesos.

Entonces, la vida se ha convertido, como escribió William Hazlitt, en "una lucha para ser lo que no somos y hacer lo que no podemos."

Sin embargo, pienso que la crisis ha atacado nuestro esnobismo de forma inmisericorde, y talvez nos está obligando a convertirnos en consumidores más sensatos; a hacer transacciones más lógicas y menos manejadas por los medios de comunicación, que bombardean nuestros egos débiles y nos dicen que no somos nadie si no tenemos posesiones, artefactos y letreros.
Talvez la crisis (Si el esnobismo no le gana la partida) nos ayude un poco a reconciliarnos con quienes somos; con el extracto de nuestra esencia; talvez nos enseñe a darle más importancia a la realidad que a la pedantería, a entender que no somos tan importantes, ni sabemos tanto, como nuestro ego narcisista nos vocifera, hasta ser acallado por el frío mármol de la tumba, que, en definitiva, tiene la última palabra.

…"Y talvez, nosotros que estamos hechos de sangre e ilusiones nos libraremos de la opresiva frugalidad de la apariencia." (Una parábola del Rey Midas).

César Romám Sassone es profesor de Baruch College y autor de Vivir a Plenitud, El arte de Vivir, El Camino Hacia Ti Mismo, Padres e Hijos y El Pasajero del Tren 7.